Heidelberg, donde perder el corazón

Hace casi tres años que llegamos a Heidelberg, y aunque Mireia ha estado un año viviendo en Brístol, esta ciudad ha acabado por convertirse en nuestro hogar, y si nos vamos ahora es porque sentimos que nos ha dado todo lo que tenía, y que era el momento de decir adiós a una ciudad en que perdimos el corazón.

Heidelberg de día
VISTA DEL CASCO ANTIGUO

Heidelberg es una ciudad alemana con unos 150.000 habitantes ubicada en un recodo del valle del Neckar, a pocos kilómetros de la desembocadura de este en el Rin. Su ubicación es espectacular, y su historia es realmente interesante.

¿Cómo acabamos viviendo en ella? Pues un poco por casualidad, cómo mucho de las cosas que pasan en la vida, pero marcharnos va a ser difícil, porque hasta el momento no podemos decir que hayamos visto en Alemania una ciudad más bonita que esta...

Aunque nos hemos cansado de verlo y quizá ya no nos impresione cómo la primera vez que alguien se lo encuentra, la situación del castillo, cómo vigilando todo el casco histórico de la ciudad nos parece increíble, y podemos entender que más de doce millones de turistas al año se tomen la molestia de subir más de quince minutos de escaleras o cuesta (para los más perezosos también hay un funicular) y descubrir una de las mejores vistas de Alemania.

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Castillo de Heidelberg


Pero Heidelberg es mucho más que eso, y por eso acabamos quedándonos aquí por tan largo tiempo. Al ser una ciudad universitaria y tan ligada a la cultura durante toda su historia, aquí es muy común andar por la Haupstrasse (una larga avenida peatonal que atraviesa todo el centro) y cruzarte con un sinfín de nacionalidades que parecen vivir sin ningún problema los unos con los otros. No es difícil pasear un rato y escuchar otros idiomas aparte del alemán, y eso, para los que todavía no dominamos el idioma ayuda a subir el ánimo. 

También ha merecido la pena estar aquí viviendo para descubrir lo guay que es la Unterstrasse, una de las calles paralelas a la Haupstrasse, ya cerca del Puente Viejo repleta de pubs y bares con muchísima vida nocturna. Entre ellos, para nosotros tiene especial importancia "El Destille", un lugar con muchísimo encanto que para nosotros tiene un significado único y que además, ¡tiene un árbol dentro!

En Heidelberg descubrimos además nuestra más mejor preferida cerveza del mundo, o bueno, hay más bien un empate entre dos de ellas. Vetter´s es un nombre que no olvidaremos jamás y que viene a ser un restaurante a pocos metros del Puente Viejo que fabrica su propia cerveza, y quizá sea la mejor que hayamos probado nunca. Nos va a doler marcharnos de aquí sólo por no poder ir cuando nos apetezca a comprar un par de botellas y tomárnoslas en casa disfrutando de alguna serie.


El bar Destille en Heidelberg
ROTHAUS Y EL DESTILLE

La segunda, aunque no esté tan increíblemente buena, aún así es de las mejores cervezas que hemos bebido y tampoco es sencilla de encontrar, pues sólo se distribuye por la zona de la Selva Negra y sus alrededores. Hablamos de "la Rothaus", una cerveza de la que hablaremos a nuestros nietos, porque en los momentos buenos y malos, en las peleas y en los viajes, siempre siempre ha estado ahí, e incluso el verano pasado Horacio se hizo un tatuaje que...

No nos vamos a olvidar tampoco del "Paseo de los filósofos" un camino por el que ya anduvieron en su día Mark Twain o Goethe, que discurre frente al castillo, al otro lado del río y que regala vistas tan bonitas cómo esta...

Heidelberg tiene además un anfiteatro construido por los nazis en medio de la montaña, cuya excursión también merece la pena..

Anfiteatro nazi de Heidelberg
ANFITEATRO NAZI


Heidelberg puede visitarse en un día, siempre lo hemos dicho, pero nosotros nos hemos quedado mucho tiempo porque hemos encontrado en esta ciudad casi todo lo que necesitábamos. Así que ahora que nos vamos, que vamos a dejar de ver casi a diario el hotel más antiguo de Alemania o algunos de los bares donde más hemos cantado en nuestra vida, no podemos dejar de sentir que sí, que realmente en Heidelberg nos dejamos un pedacito del corazón.

horacio almenara

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