¡Ojo, que lo que cuento yo también lo he sufrido y aún no lo he superado del todo, pero creo que lo primero es reconocerlo!
No sigas intentándolo, déjalo, no se puede ver Londres o Roma en un fin de semana, es una cuestión de espacio y tiempo, sin más.
Se puede dormir en el suelo del aeropuerto de turno, hacerte tres fotos en los tres sitios más pintorescos y dedicar dos hroas a museos con miles de piezas expuestas. También puedes volver el lunes siguiente al curro y sentenciar que ya conoces Roma porque has pasado el finde allí y que las pizzas italianas no son para tanto, pero para todo eso hay que tener los huevos cuadraos y la espalda a prueba de bombas, eh...
Las low-cost, los B&B y las redes sociales es posible que nos hayan puesto el mundo al alcance de la mano pero han convertido una experiencia que se supone placentera, cómo es viajar por vacaciones, en una gincana que requiere dominar varios idiomas, tener la capacidad de carga de un mulo y el fondo físico de un marine para ver el Big Ben, Wembley y el British Museum en una mañana de sábado. No contento con eso, por la tarde te vas a patear todo Nothing Hill, y te lo digo ya, está lleno de cuestas... Tiene mérito, sobre todo porque la noche previa la has pasado durmiendo en el Meliá "Sillas de Barajas" que ofrece un lecho más duro que el cemento.
Para más inri, comes fish and chips en Chinatown porque necesitas confirmar a tus amigos que los británicos comen de pena y que en Villanueva del Manzano hay más oferta gastronómica que en Londres. ¡Olé ahí, españolidad a tope!
Definitivamente, si hay que viajar así, que se pare el tren o avión de turno, que yo me bajo. Porque además hemos perdido el derecho a confesar las frustraciones. No vayas a decir que la Mona Lisa es enana, que Venecia huele a alcantarillas o que en Edimburgo llueve diez meses al año, que resultas un aguafiestas.
Viajar de este modo es aceptar una premisa horrible:
"no dejes que la verdad te estropee una buena historia".
Porque obviamente, no gastas 47 euros en un vuelo, 32 en un hostal y 45 en las comidas d e todo un finde para publciar en Facebook que Berlín e smás fea que un frigorífico por detrás, sino para vacilar de foto en el Muro y en Checkpoint Charlie (que es más falso que un billete de 3$).
Lo dicho, cuando viajas así no importa el contenido sino la oportunidad de decir donde has estado y tener fotos para demostrarlo. No sé si buscamos me gustas o me das envidia, la verdad.
Todo esto además es bastante reciente. Mis padres, que cuentan con los dedos de una mano las veces que han salido de Andalucía, de la vez que fueron a Benidorm lo que guardan es una foto con Cruyff, que a mi padre le encanta pero que es un ultraje en estos días, porque no confirma que realmente estuviesen en Benidorm.
Nos han dicho que somos millenials, que lo nuestro es viajar y joder si nos hemos puesto a ello, al precio que fuese, para demostrar que lo somos y que disfrutar del viaje es lo de menos con tal de que alguien, en Facebook o Instagram, nos diga que nuestras fotos son lo más.