Decidirse a hacer un viaje de un puñado de meses, en que dejas un trabajo estable, una ciudad que conoces y un futuro más o menos encarrilado puede ser una de las decisiones más complicadas de la vida, y desde luego, nada ni nadie te asegurará que al volver a casa serás más feliz o más sabio, pero la vida es una sola.
Nosotros, por ejemplo, tenemos esta idea de visitar todo el sudeste asiático rondando por la cabeza desde la primavera de 2016 y sólo ahora, en el verano de 2018 nos hemos atrevido a ponerla en práctica. Hemos vivido muchísimo en este tiempo, hemos visitado otras ciudades cómo New York, Estrasburgo o Ginebra, además de haber vivido tanto en Brístol Mireia cómo en Heidelberg ambos, así que, por así decirlo, nos hemos preparado para, tras varias mudanzas, romper un poco con Europa y marcharnos a descubrir mundo.
Era ahora o nunca el modo en que nos sentíamos, y decidimos que la experiencia merecía la pena. No sabemos qué nos deparará el viaje, pero desde luego ya sabemos que lo que hemos vivido hasta ahora ha sido una aventura.
A finales del año pasado, tras visitar a un amigo en Manhattan y volver a nuestra rutina en Heidelberg nos dimos cuenta de que no éramos felices, o al menos que aquello que estábamos haciendo no nos llenaba y que desde luego no queríamos seguir haciéndolo el resto de nuestra vida. A veces uno encuentra su trabajo perfecto siendo muy joven, y siente que va a vivir en el lugar en que ahora está por el resto de su vida, pero no era nuestro caso.
Entonces sacamos del nuestra memoria la idea que tuvimos casi dos años atrás de visitar Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam y empezamos a pensar que por qué no hacerlo pronto, que si realmente nos esforzábamos, podríamos ahorrar lo suficiente en unos pocos meses y a partir de ahí, hacer borrón y cuenta nueva.
Una noche de febrero, sin planearlo, nos vimos buscando un vuelo barato a Bangkok y sin darnos tiempo a dudar, ¡LO COMPRAMOS!. No pensamos muy bien la fecha, simplemente queríamos algo barato y cercano en el tiempo, cómo para obligarnos a marcharnos, a esforzarnos hasta esa fecha.
Al día siguiente, ¡menudo vértigo! Por dios, que podríamos empezar a prosperar en Alemania, a ganar más dinero, a mudarnos a un lugar más barato y mejor, a dominar el alemán y a comprarnos un coche o un ordenador mejor y ahora habíamos echado por tierra todas esas posibilidades porque en julio teníamos que subirnos a un avión. ¿Qué habíamos hecho?
La realidad era la que era, de modo que nos pusimos manos a la obra con todo lo que creíamos que era necesario para empezar esa aventura. Buscamos todos y cada uno de los sitios que queríamos visitar (más de trescientos), empezamos a trazar una ruta y un día nos dimos cuenta que estábamos haciendo las cosas para Tailandia cómo las haríamos para Alemania, y...
...eso no podía salir bien, porque no era lo que queríamos. Guardamos esos sitios, pero decidimos que no habría ruta, que iríamos sin mirar las fechas y sin reservas de hostal, si un sitio nos gustaba, nos quedaríamos allí el tiempo que nos apeteciese, si algo nos decepcionaba a pesar de mil buenas opiniones, nos iríamos y a otra cosa, ¡sin más!
¡Hay mucho por ver! |
Hasta ahí el primer paso, pero aún quedaba mucho por hacer. Todo esto que ahora es lo que nosotros hemos documentado para estar listos para hacer un viaje:
- Las vacunas y el seguro: por supuesto, no nos queremos pasar un par de semanas en un hospital de Hanoi y luego pagar la factura, así que esto es lo que hemos aprendido relacionado con la salud.
- Fronteras y visados: ¿queríamos visitar más de un país? Aquí está todo lo que necesitamos para movernos por la región, los pasos fronterizos, las diferentes "visas" y los tiempos de estancia.
- La mochila: nos parece muy pesada incluso cuando está vacía, por eso aquí decidimos aquello que de verdad necesitamos, aquello que elegimos dejar en casa y las cosas que creemos que más interesa comprar una vez estemos de viaje.
- Tecnología: no queríamos que nuestros padres no tuviesen noticias nuestras durante varios días, así que hemos descubierto cuales son las compañías telefónicas más recomendables de cada país, los tipos de enchufes que vamos a necesitar y cómo de bien o mal puede funcionar el internet del aire (WI-FI para los tecnófilos) en según que zonas. Aquí está toda esa información.
- Idiomas: Vietnam es el único país de la región que usa un alfabeto latino (aunque con modificaciones), así que todos los carteles de la zona nos suenan a chino, pero no hay que desesperar, un par de palabras de tailandés y nuestra mejor sonrisa deberían permitirnos comprar Pad Thai, ¿no?
- Transporte: No somos árboles, así que pensamos movernos desde Bangkok tan lejos cómo nos sea posible, y para no perdernos yendo desde Koh Tao al delta del Mekong, hemos aprendido un par de trucos para movernos por el sudeste asiático.
- Alojamiento: Es verdad que la temperatura en el sudeste asiático rara vez baja de los veinte grados, pero el Monzón y la humedad hacen que la perspectiva de dormir bajo un puente o un par de cocoteros pierda atractivo, ¿dónde nos vamos a quedar? ¿cómo vamos a encontrar la habitación que necesitamos? Esperamos que con lo que hemos buscado sea suficiente.
- Dinero: A nadie le hace gracia ver que su banco le cobra una comisión, aunque esta sea en Baht y no sepamos muy bien lo cara que nos ha salido la transferencia. Cada país tiene una moneda diferente, y aunque en muchos sitios sabemos que nos aceptarán dólares o euros, la mejor manera de viajar es aprovechar al máximo nuestro dinero.
Esto es todo lo que hemos leído y hecho para prepararnos, ¡no podemos tener más ganas de vivirlo!