Un secreto nazi: IBM y las tarjetas perforadas

Campo de exterminio  Auschwitz


El holocausto llevado a cabo por los alemanes contra el pueblo judío y otras muchas minorías durante la Segunda Guerra Mundial es uno de los sucesos más conocidos y  macabros de la historia de la Humanidad. Sin embargo aun hoy día sorprenden las dimensiones de la tragedia, y siempre parecen quedar cabos por atar.

Los Nazis ya desde sus orígenes, mucho antes de alcanzar el poder, deseaban la completa aniquilación de los judíos, por considerarlos una raza "inferior" que se aprovechaba como un parásito de la raza "aria", de la que formaba parte el pueblo alemán.

¿Cómo pudieron en tan corto espacio de tiempo, mientras libraban una guerra mundial, conocer, localizar, detener y finalmente asesinar a unos 11 millones de individuos a lo largo y ancho de la Europa conquistada?
Máquina perforadora Hollerith (Wikipedia)
Si hoy día, conociendo el control que empresas como Google o Facebook tienen de millones de personas, resulta difícil de imaginar, pensar en ello en una época en que no había Internet ni muchas de las tecnologías que hoy usamos es casi imposible y sin embargo, pasó.


El control del estado policial nazi dentro de las fronteras alemanas (con una enorme población judía) fue aplastante, pero la capacidad para contabilizar, controlar, deportar y finalmente acabar con poblaciones judías, gitanas u homosexuales en países como Polonia, Austria o las partes soviéticas que controlaron se hizo a una velocidad increíble gracias, en parte, a un elemento bastante desconocido.

Ejemplo de tarjeta perforada cómo las usadas por los equipos de IBM


Las tarjetas perforadas y las máquinas Hollerith que trabajaban con ellas permitieron al gobierno de Hitler llevar una "contabilidad" inusitadamente exacta, metódica y eficaz de todos aquellos que acabaron bajo su jurisdicción.


El funcionamiento de las mismas, antecesoras de lo que más tarde serían los primeros ordenadores, era relativamente sencillo. Una tarjeta perforada no era más que una cartulina del tamaño de un dolar que contenía información interpretable a través de sus perforaciones, que están asociadas al código binario.

En lugar de un sinfín de papeles que fácilmente podían perderse entre pasos de un funcionario a otro en busca de información, las máquinas que trabajaban con ellas lograban dar al terror nazi información detallada, y procesarla rápidamente.

Se logró un censo de la población controlada muy completo, en que se sabían los detalles más importantes de cada habitante con sólo introducir la tarjeta en una máquina. Del mismo modo que este sistema podía hacer que los trenes fuesen más puntuales al reducir las posibilidades humanas de error, por primera vez en la historia se mecanizó el asesinato.

Pero como llegó esta tecnología a mano de los secuaces de Hitler es también chocante, pues pese a lo avanzado de Alemania a nivel tecnológico en los años 30, tanto las tarjetas cómo las máquinas, y todo el mantenimiento y supervision estuvieron directamente asociados a una de las mayores empresas ¡estadounidenses!, IBM.

IBM, primero de modo directo o a través de Dehomag, su filial alemana, y más tarde a través de esta y de empresas pantalla ubicadas en Suiza proveyó al gobierno alemán de todo lo necesario para trabajar de modo eficaz ese sistema.

Desde muchos años antes de llegar al poder, Hitler ya avisó de sus intenciones de acabar con los judíos y tan pronto cómo lo alcanzó, empezó a trabajar en ello, pero gracias al control de la población sin precedentes que le otorgaron las tarjetas perforadas pudo lograr un éxito terriblemente costoso en vidas humanas.

Tan importante fue la colaboración nazi con IBM que el entonces presidente de la compañía, Thomas John Watson fue galardonado con la máxima distinción nazi a extranjeros en 1937, la cruz al mérito del águila germana, como reconocimiento por su aportación al régimen.

Durante toda la guerra IBM colaboró con los Nazis, suministrando todo lo que necesitaron para seguir trabajando las tarjetas perforadas a pesar del bloque impuesto por el gobierno estadounidense, y aunque la empresa actuó en gran medida solo por interés económico, no deja de ser revelador saber que Watson, al igual que otro gran magnate americano como Ford, fueron dos de los mayores antisemitas de su tiempo.

No se puede llevar a casi toda una "raza" a la extinción sin una colaboración estrecha de diferentes ramas y las tarjetas perforadas, junto al indecible odio de los Nazis alemanes a los judíos, consiguieron unos resultados que aún hoy día ponen los vellos de punta. 

Hace unos años se publicó un libro "IBM y el Holocausto" en que lo contado aquí se narra de modo exhaustivo y documentado, para quien quiera saber más. Igualmente, leer "si esto es un hombre" del químico y escritor italiano Primo Levi es una experiencia recomendable para todos aquellos que quieran acercarse a lo que realmente fue el Holocausto desde dentro.



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